Lo difícil de crecer y que te guste el fútbol es indignarte por cosas que ya no dependen de vos. Indignarte, por ejemplo, del nuevo poder de Estados Unidos en el negocio del fútbol moderno. “Ya no solo como país sede (Copa América 2024, Mundial de Clubes 2025 y Mundial de selecciones 2026). Sino también porque, además de “ganar” su primera Copa Libertadores, Estados Unidos, cada vez más presente en Europa, controlará más de la mitad de los clubes de la Premier League, la mayor Liga del fútbol mundial”, escribió el colega Ezequiel Fernández Moores en La Nación.
Y sin embargo…el fútbol sigue siendo un juego. Hace unos días mi amiga Catalina me mandó una frase de un libro que está leyendo. Previo a su mensaje, habíamos hablado de Cortázar. De su persona, sin más. “Tiene una sensibilidad que siempre me atrajo”, le escribí. Y ella me mandó una captura de pantalla de Julio Cortázar y Cris, de Cristina Peri Rossi, que decía: “Aun en los textos más complejos, Cortázar solicita la complicidad del lector, no lo deja afuera, y esta proximidad lo vuelve entrañable, provoca la identificación”.
El fútbol aún en los escenarios más complejos -al igual que Cortázar- cuenta siempre con nuestra complicidad. A pesar de la indignación lógica que nos generan algunas decisiones, el fútbol siempre despierta un halo de fantasía.
Crecer es creer que te importa bien poco el sorteo del Mundial de Clubes. Escupir ante la noticia todo tu enojo sobre los negocios de la FIFA que se cuelan una vez más en el juego. Leer que “Infantino desoye quejas de jugadores sin vacaciones y de Ligas nacionales con su calendario dañado y sortea un Mundial de Clubes que pagará oro para sacar un mes de sus países a Real Madrid, Manchester City, Bayern Munich, PSG, Inter”.
Hasta que un día a la noche, durante la cena, un ápice de emoción se despierta cuando te preguntan qué hubieras hecho si el Mundial de Clubes se jugaba en la Argentina y no en Estados Unidos. Y de repente te ves envuelta en una charla que te saca más sonrisas que los últimos dos partidos de tu propio equipo. Y pasás de “me chupa un huevo este torneo” a frases del estilo:
-Imaginate un Manchester City-Juventus en la cancha de Racing. ¿Cómo no lo voy a ir a ver?
-¿La gente iría a alentar a los equipos europeos o a putearlos?
-Para mí más en plan de ver, pero después te dejás llevar por la dinámica. Si cae la barra de Racing y alienta por Juventus, bueno, te sumás.
-¡Cómo no están Peñarol ni Nacional!
-Vos sabés que Auckland a Boca un empate le saca.
Lo peor del fútbol es aceptar que las cosas ya no son como antes. Las finales ahora se mudan a otros países, a otras capitales. Los goles ya no se gritan si antes no gambetean al VAR. La gambeta, el potrero y el jogo bonito están en declive. Pero también lo mejor del fútbol es entender que las cosas siempre son como antes. Y eso es lo que provoca identificación y lo vuelve entrañable.
Hermoso